Los micrófonos eran solo una fachada de su verdadera profesión. Cuando fue detenido en una vivienda de Ciudad Bolívar, en Bogotá (Colombia), su tono amenazante lo desenmascaró.
“Estuvieron de buenas porque me cogieron sin mi pistola encima. Donde la tenga, los mato por lo menos a dos o tres, y no me dejo llevar vivo”, desafió a los agentes e intentó huir de ellos.
Carlos Valencia, con solo 25 años de edad, es sindicado por la Policía de Colombia como autor de más de 30 asesinatos, y se le siguió la pista por cuatro años. Cantante de ‘despecho’, género musical popular en dicho país, había seguido realizando shows mientras 18 de sus cómplices iban cayendo. Era solo cuestión de tiempo.
Entrenado por las FARC desde los 12 años, renunció a los 19 al movimiento guerrillero pero continuó en la senda del crimen. Se convirtió en sicario y formó su propia banda con otros supuestos ‘reinsertados’.
Valencia mataba a sueldo y cualquier motivo era válido. Deudas no pagadas, lío de faldas, ajuste de cuentas, hasta “limpieza social”, para acabar con los ladronzuelos, según informa el diario “El Mundo”. Ganaba desde 100 dólares hasta 25 mil. A veces, incluso, lo hacía gratis. Las muertes que provocaba no le causaban remordimiento alguno.
“Ese “man” se murió por marica, no quiso entregar la plata por las buenas y ahí quedó tirado”, le dijo a su mujer en una de las conversaciones interceptadas por las autoridades. “El “man” quedó ahí tirado en el andén, pero bueno, lo importante: ¿Qué hay para comer en la casa? ¿Me guardó carne?”, agregó con suma frialdad.
Hoy, seguramente con muchos fans menos, su ascendente carrera como cantante parece haberse frustrado. Al menos momentáneamente. Podría pasar hasta 40 años en la cárcel, con lo que tendría tiempo de más para que su hobby como músico sea su única profesión.
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