La mutilación genital femenina es una práctica ampliamente usada en los países africanos; y aunque para la mayoría de los islámicos y árabes es considerada un crimen incluso más asociada a un hábito cultural que a una creencia religiosa otros defienden que fue protegida por el profeta Mahoma.
En Egipto, por ejemplo, la ablación fue prohibida oficialmente en el 2007; sin embargo, hace apenas un mes Nasser al Shaker, miembro del partido salafista Nour, presentó una propuesta de ley para volver a legalizar esta práctica, asegurando que los intelectuales egipcios aprueban la ablación ya que consideran que forma parte del Sunná (el camino marcado por el profeta).
Hace dos años, la tribu Embera-Chami en el Valle de Cauca, Colombia, también se comprometió a poner fin a la mutilación genital; sin embargo, a principios del pasado mes, una bebé de 15 días de nacida murió a causa de la extirpación de su clítoris, y según la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), la ablación sigue aumentando el número de muertes de las jóvenes en la comunidad.
Y es que los rituales, mutilaciones y otras transformaciones del cuerpo han sido parte de las costumbres ancestrales en la historia de la humanidad. Aquí viajamos a través de otras de las prácticas atávicas más raras del mundo.
El sufrimiento por la "belleza" (un concepto tan familiar para las mujeres de hoy) fue padecido hace decenas de siglos por millones de chinas que eran sometidas a deformaciones en sus pies. Durante la dinastía Shang (1700-1027 aC), tener "pies de loto" era símbolo de estatus (cuenta la leyenda que la emperatriz tenía un pie deforme y exigió que vendar los pies fuera obligatorio en la corte).
Era un proceso por etapas, que consistían en vendar los pies de la niña, quebrar los huesos y contraer los músculos, de manera que los dedos quedaran por debajo de la planta y arquear el pie para formar la curva deseada. La práctica se fue haciendo cada vez más popular en China entre ricas y cortesanas… hasta llegar al estrato social pobre, donde fue utilizada por las jóvenes como un pasaporte para filtrarse en la alta sociedad y garantizar su futuro. En 1912 se estableció su ilegalidad, y en los años siguientes comenzó a multarse a las mujeres que vendaban sus pies; pero a pesar de las medidas, la práctica persistió.
Los pies de loto (de apenas 3 pulgadas) eran considerados la parte más erótica del cuerpo femenino; tal es así, que en los libros de pornografía que datan de la dinastía Qing se enumeran 48 maneras de "jugar" con los pies de la mujer. Se estima que hasta 2 mil millones de chinas se fracturaron y vendaron sus pies para alcanzar este ideal agonizante de la perfección.
La alegría y hospitalidad de los habitantes del pueblo tribal Dani, al oeste de Nueva Guinea (Papúa), es contagiosa. Pero si se les mira a las manos, notarás que muchas mujeres tienen dedos desfigurados o les faltan falanges; y resulta que por tradición, con la muerte de un familiar (además del dolor emocional) las parientes del fallecido debían sufrir otro gran dolor físico en señal de luto: mutilarse uno o dos dedos. Como parte de la ceremonia fúnebre que los miembros de la tribu consideraban un sacrificio para evitar que el mismo destino se repitiera, cobrado la vida de otro miembro de la familia la parte cortada se quemaba y las cenizas eran almacenadas en un sitio especial. Afortunadamente esta costumbre ya no se practica.
La momificación es un fenómeno relativamente común en muchas culturas. Lo que es casi inaudito es que una persona se "automomifique". Los Sokushinbutsu fueron unos monjes seguidores de una antigua forma de budismo conocida como Shugendo, que en esencia se momificaban para alcanzar la santidad. Para ellos, esto no era un suicidio, sino un acto de abnegación y una manera de separarse del mundo material (la práctica fue declarada ilegal en Japón a principios del siglo XIX).
El Sokushinbutsu comenzaba con un cambio radical en la dieta, comiendo durante 3 años frutos secos y semillas solamente, apoyado con un vigoroso ejercicio físico para eliminar el exceso de grasa. A esto le seguía otra temporada en la que tomaban un té venenoso a base de savia o agua mezclada con arsénico. Luego de una década bajo este régimen, el monje entraba con una campana a un pequeño ataúd (al parecer de ladrillo, piedra o madera), donde quedaba sentado en posición de loto y respiraba por un tubo.
El monje debía tocar la campana todos los días y cuando dejaba de sonar, era señal de que había muerto de hambre. Si el cuerpo estaba descompuesto, el ataúd era incinerado; si no, había alcanzado el Sokushinbutsu y era expuesto y adorado como Buda. Actualmente, hay casi dos docenas de momias en Japón y ocho de ellas se exhiben en los templos Dainichi y Churenji.
China Photos/Getty Images |
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