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23 octubre, 2012

Basura electrónica: reto ambiental

La computadora abordo de la nave Apolo 11, con su procesador de 1 megahertz y 12 kilobytes de memoria ROM ayudó a los astronautas a alcanzar la Luna, pero hoy sería una reliquia comparada con un smart phone, miles de veces más veloz y capaz de almacenar una biblioteca digital.

El ritmo al que mejora la capacidad de los electrónicos impulsa a la industria e incita a adquirir el gadget más moderno; pero esta tendencia tiene su lado oscuro, pues genera un volumen de desechos que el Programa Ambiental de Naciones Unidas (UNEP) calcula en 40-50 millones de toneladas al año en el mundo.

Paradójicamente, mientras su confinamiento o almacenamiento aumenta los riesgos sanitarios debido a los tóxicos que contienen y que contaminan suelo, agua o aire si se incineran su recuperación para desensamblarlos y aprovechar sus partes útiles genera beneficios ecológicos y económicos que decenas de empresas ya están aprovechando.

Con las técnicas adecuadas para procurar el desmontaje de los desechos y la separación física de sus componentes (sin incinerarlos) es posible obtener, a partir de 25 toneladas de teléfonos celulares desechados, unos 10 kilos de oro, metal presente en los circuitos. O también dos toneladas de cobre tras procesar mil televisores.

Por ello, muchos especialistas sostienen que los residuos electrónicos no deben considerarse basura. Y autoridades ambientales advierten que la disposición y reciclaje deben ponerse en manos de instituciones y empresas certificadas (no chatarreros), para garantizar que el proceso sea integral y la extracción de materiales no deje residuos peligrosos.



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