La probabilidad de que un asteroide o un cometa gigante impacte con la Tierra trae de cabeza a los científicos, que llevan años buscando estadísticas y patrones que permitan augurar cuando va a ser el próximo peligroso. Pero, según el trabajo de un equipo del Instituto Max Planck de Alemania, no valen los modelos previos y en cualquier momento el planeta podría sufrir una colisión como la que, hace 65 millones de años, acabó con los dinosaurios.
Los científicos han logrado identificar 200 cráteres ocasionados por estos impactos, algunos con cientos de kilómetros de diámetro. Desde mediados de los 80, varios investigadores han asegurado que si ha habido variaciones en el ritmo de colisiones. Tras analizar los cráteres, y sus edades, encontraban patrones que indicaban que cada cierto tiempo (entre 13 y 50 millones de años, en función del estudio), se pasaba de una era de pocas colisiones a otra con muchas.
Algunos propusieron que se debía a que el Sistema Solar variaba periódicamente su movimiento respecto al centro de la Vía Láctea, lo que podría afectar a las fuerzas gravitacionales de las estrellas próximas, que influían en la nube de Oortundepósito gigantesco de cometas que forman una capa externa al sistema planetario, a un año luz del Sol. Ello provocaría que más cometas, potencialmente, impactaran con la Tierra.
Otros astrónomos han propuesto que existe una estrella que acompaña al Sol, que denominan 'Némesis, pero que no podemos ver. Tendría una órbita alargada que se acercaría en a sea nube de Oort, aumentando también el riesgo para nuestro planeta.
Trampas estadísticas
Para el astrónomo del Max Planck Coryn Bailer-Jones estas teorías son "trampas estadísticas". "Hay una tendencia a encontrar en la naturaleza patrones que no existen", asegura. En su caso, Bailer-Jones tomó el camino contrario y utilizó la estadística para descartar estas hipótesis, en lugar de probarlas.
Si a partir hace 250 millones de años el riesgo de impacto ha aumentado, según los cráteres, había que buscar explicaciones y las encontró: los cráteres más pequeños se erosionan más fácilmente y los viejos han tenido más tiempo para erosionarse. Luego, podría ser que los más grandes y recientes son más fáciles de encontrar que los que llevan más tiempo. "Si miramos sólo los cráteres de 35 kilómetros de diámetro y los más jóvenes, de hace 400 millones de años para acá, veremos que estos últimos están menos afectados por la erosión y el rellanado. Luego no existe ninguna tendencia en el tiempo", asegura el astrónomo.
Aún así, al menos parte de esos ciclos de riesgo de impacto podría ser real. Al analizar los cráteres por impactos en la Luna, donde no se han rellenado ni erosionado, se observa una pequeña tendencia, pero Coryn Bailer-Jones cree que hay que buscar otras explicaciones. "No hay evidencias de que haya una Némesis, así que no sabemos si la frecuencia de impactos ha cambiado o no en los últimos 250 millones de años. Y nuestro estudio, de momento, desmiente una tendencia clara", concluye Bailer-Jones.
El cráter Barringer, en Arizona, hecho por un meteorito caído hace 50.000 años.| US Geological Service |
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