La disputa política y religiosa que tiene lugar desde hace meses en el norte de Mali ha tomado un ribete insólito, ya que los grupos islámicos que tomaron el control de la región eligieron la música como un nuevo enemigo.
Según el periódico inglés The Guardian, milicianos irrumpieron en la casa de uno de los músicos de la famosa banda tuareg Tinariwen, ganadora de un Grammy, y prendieron fuego instrumentos, amplificadores y micrófonos, entre otras cosas.
“Si hablas con él, dile que si alguna vez muestra su rostro en esta ciudad (Kidal), le vamos a cortar todos los dedos que usa para jugar con su guitarra”, amenazaron los milicianos a la hermana del músico.
En un país internacionalmente reconocido por su riqueza musical, los enfrentamientos armados en el norte ponen en peligro buena parte de esas expresiones. "La cultura es nuestra gasolina", afirmó Toumani Diabaté, un intérprete de kora, instrumento típico de África occidental. "La música es nuestra riqueza mineral. No hay un premio musical importante en el mundo que no haya sido ganado por un artista de Mali", agrega Diabaté.
"La música regula la vida de cada malí", señaló, por su parte, el compositor y productor Cheich Tidiane Seck, quien no logra imaginarse a su país sin música.
Sin embargo, ese parece el camino para el norte de Mali. El pasado 22 de agosto, un vocero de los rebeldes que controlan la ciudad de Gao ordenó la prohibición total de la música occidental: "No queremos la música de Satanás. Los versículos del Corán deben tomar su lugar".
Esta insólita batalla se inscribe en un contexto de aplicación de la Sharia, que trajo consigo la aplicación de crueles castigos a los ladrones, adúlteros, fumadores, bebedores de alcohol o a las mujeres que no usan la vestimenta adecuada.
"Hay falta de alegría. Nadie está bailando. Es extraño…", concluye un músico tuareg.
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