Suena como una broma, pero hay pruebas de que chimpancés y otros grandes simios también sufren crisis de la mediana edad, según un estudio publicado el lunes en una revista científica que puede arrojar luz sobre la vida emocional de los seres humanos.
¿Cuáles son estas pruebas? No pueden comprar un Ferrari rojo, pero ¿es posible que les entren deseos por cambiar a sus parejas por un espécimen más joven?
“Creo que ningún mono ha comprado un coche deportivo”, dijo Andrew Oswald, uno de los autores del estudio. Sin embargo, los investigadores dicen haber registrado que los chimpancés y orangutanes cautivos presentan el mismo tipo de depresión que acompaña la crisis de la madurez que han hallado algunos estudios en las personas.
Ello hace pensar que la tendencia de las personas de sentirse descontentas por ingresar a sus cuarentas y cincuentas puede haberse transmitido a través de la evolución, en lugar de ser sólo el resultado de los problemas de la vida moderna, agregó Oswald, profesor de Economía en la Universidad de Warwick en Inglaterra y quien presentó su trabajo el lunes para la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
Un segundo estudio en la misma revista analizó a un grupo de personas jóvenes y sostiene que la felicidad en la juventud puede llevar a mayores ingresos en los años siguientes.
Pero antes de continuar, regresemos a los simios.
Varios estudios han concluido que la felicidad entre los humanos tiende a seguir cierto patrón entre los 20 y 70 años de edad: Comienza alta y disminuye en los últimos años hasta llegar a un punto bajo en los cuarentas, antes de repuntar y alcanzar un nuevo pico en los setentas. Algunos investigadores ponen en duda que esa tendencia sea real, pero para Oswald el misterio es lo que la causa.
“Esta es una de las grandes pautas de la vida humana. Todos nos vamos a deslizar por esta ‘U’ para bien o para mal”, dijo en alusión a la forma que tiene en una gráfica. “Entonces, ¿qué lo explica?”
Cuando se enteró de que otros científicos habían estado midiendo los indicios de bienestar entre los simios “me pareció que valía la pena presentir que la ‘U’ puede ser algo más general que entre los humanos”, afirmó.
Oswald y los demás autores reunieron datos de 508 grandes primates de zoológicos y centros de investigación en Estados Unidos, Australia, Canadá, Singapur y Japón.
Los cuidadores y otros observadores completaron un cuestionario de cuatro puntos para evaluar el bienestar de los simios, como el grado en que cada animal se encontraba en un estado de ánimo positivo o negativo, cuánto placer mostraba de situaciones sociales y qué tan exitosos eran en el logro de metas.
Incluso se le preguntó a los evaluadores que describieran cuán felices serían si ellos fueran los animales durante una semana.
Puede sonar poco científico, pero Oswald y sus coautores dicen que la investigación sugiere que fue un enfoque válido, ya que encontraron que del estudio emergió una gráfica familiar, una forma de U, aunque ajustada a la vida de un simio, que es más corta que la de los humanos.
“Lo encontramos en estas criaturas, que no tienen hipotecas que pagar, que no tienen que ir a trabajar, que no viven un matrimonio ni todo lo demás”, dijo Oswald. “Es como si la forma de U estuviese en lo más profundo de la biología de los seres humanos”, más que como resultado de las experiencias humanas únicas, agregó.
Frans de Waal, una autoridad en el comportamiento de los primates de la Universidad Emory, advirtió que puede haber un “sesgo humano” en el estudio, pues se trató de gente juzgando la felicidad de los simios. Sin embargo, en un correo electrónico calificó los resultados como “intuitivamente correctos” y dijo que la idea de la influencia biológica sobre el patrón de comportamiento del ser humano es “una posibilidad intrigante”.
Oswald es también autor de un segundo informe publicado en la revista que sostiene haber hallado pruebas nuevas de que ser feliz cuando una persona es joven puede ayudarle a ganar más dinero en el futuro.
Investigaciones anteriores también habían llegado a esa conclusión, pero Sonja Lyubomirsky, de la Universidad de California en Riverside, y el profesor de psicología de la Universidad de Virginia Shige Oishi afirman que el nuevo trabajo presenta la mejor evidencia hasta ahora.
Los investigadores se basaron en datos de una muestra enorme de jóvenes estadounidenses que fueron entrevistados en varias ocasiones. Se les pidió que calificaran sentimientos como la felicidad y la esperanza a los 16 años y otra vez a los 18 años, así como su satisfacción con la vida a los 22.
Los investigadores compararon luego sus puntuaciones con sus ingresos cuando tenían alrededor de los 29 años. Los datos se basan en casi 15.000 personas que participaron cuando tenían 16 años de edad, y en por lo menos 11.000 en las últimas dos edades.
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