Buscar en Honduras Blog

01 noviembre, 2009

Quico: “Yo no me fui del “Chavo del 8”, me sacaron”


Desde Colombia, el entrañable “cachetes de marrana flaca” anuncia que se retirará tras una gira de despedida que pasará por el Perú este mes.

Los niños se dicen muchas cosas cuando pelean, pero se olvidan de todo en el próximo juego. Los adultos por el contrario, no expresan tanto, se guardan mucho, pero sus peleas pueden durar para toda la vida. Si el Chavo y Quico se peleaban, al rato hacían las paces. Pero la pelea de Roberto Gómez Bolaños y Carlos Villagrán, por esos absurdos legales de los mayores, hace que ahora tengamos que escribir Quico (si uno se refiere al personaje creado por Gómez Bolaños) o Kiko (rebautizado por Villagrán para poder seguir caracterizándolo). Algo sin sentido para un niño, claro está. Se habla de celos profesionales, discrepancias sobre los derechos de autor del personaje e incluso de que fue el amor de Florinda Meza (que ambos supuestamente se disputaban) la verdadera razón del desencuentro. Más allá de una mediática reunión que sostuvieron en el 2000, lo cierto es que algo entre ambos se perdió para siempre. Villagrán ya no quiere hablar de eso. Sabe que ese hecho marcó para siempre la historia del “cachetes de marrana flaca”. Lo más irónico es que el éxito de Quico fue a la larga la tragedia de Villagrán, quien no pudo quitárselo de encima nunca más.

¿Le resulta difícil seguir interpretando a un niño? ¿Todavía puede inflar los cachetes?
Es lógica la pregunta, pero la verdad es que me mantengo en forma tratando de parecerme a mi peor enemigo, que es un niño que sale en televisión, que se llama Quico, que es el mismo que yo, pero que tiene bastantes años menos.

Un aspecto que resulta inolvidable de esas primeras grabaciones de “El Chavo del 8” y “El Chapulín Colorado”, además de las maravillosas actuaciones, es la forma artesanal como se hacían volar o aparecer objetos, por ejemplo…
Sí, en aquella época era más difícil. Todo se le debe a la tecnología que existía y a Enrique Segoviano, el director del programa, que la sabía aprovechar. Él fue uno de los mejores directores escénicos y era genial también en las cámaras. Aprovechó la tecnología que muchos no sabían usar, fue muy innovador.

En Quico hay una evidente evolución. Desde los primeros capítulos de 1971, en los que usaba una medalla grande en el cuello, hablaba diferente y no lloraba en la pared, sino agarrándose la sien. ¿Cuál fue la clave para darle protagonismo al personaje?
Cuando uno tiene hambre de triunfo y hambre de hambre, pues le pone uno toda la voluntad, todo el entusiasmo y, conforme van avanzando los programas, uno le va poniendo como como es como hacer un pastel, le vas poniendo más vainilla, más canela, más mantequilla, lo vas puliendo. Como usted bien dice, ni siquiera hablaba bien al principio, pero uno va encontrando la riqueza del personaje. Ir a llorar al mismo lugar, por ejemplo, fue idea de Enrique Segoviano. El 60% del éxito se lo debe a él. Cuando empecé a llorar con un sonido gutural: “grrrrrg”, Enrique me dijo que fuera a llorar al mismo lugar. Así se fue enriqueciendo, con cantidad de cosas que iban saliendo. El “chusma, chusma” se me salió, y él dijo: “Carlos, eso es muy bueno”, y quedó. Así también el “no me simpatizas” o el “cállate, cállate, cállate que me desesperas”.

Su hija Sylvia señaló en una reciente entrevista: “Mi hermano y yo jugábamos en la vecindad, y una vez grabando nos quedamos en la casa de Quico escondidos. Otras veces nos quedábamos tras las cámaras y si alcanzas a escuchar en algunos programas se oyen nuestras risas”. Lo genial es que esas risas, las de sus hijos o las de los camarógrafos, contagiaban a los actores
(Risas) Es cierto, era como una especie de homenaje instantáneo. Muchas veces había niños en el estudio, y otras veces se decidió dejar las risas que se colaban.

¿Cómo era la exigencia con los diálogos, se respetaban al pie de la letra, los dejaban improvisar un poco?
Se respetaba todo al pie de la letra. Leíamos el libreto un día antes y nos lo llevamos a casa para aprenderlo de memoria. Luego Enrique ensayaba de principio a fin sin cámara y después con cámara, y así hasta que saliera bien. Era un programa que lo llevábamos prácticamente digerido, no había ni que masticarlo.

¿Había muchos cortes por culpa de las risas?
Si, nos pasaba a todos. Nos ganaba la risa y eso lo generalizo. Y cortábamos porque era un programa exageradamente cuidado. El hecho que nos diera risa no quería decir que les diera risa a todos. Tratábamos de hacer lo mejor posible y que la gente tomara su decisión de reírse.

Sin embargo, incluían risas grabadas…
Sí, porque en ese tiempo se estilaba eso. Es muy gringo, lo heredamos de ellos. Los gringos hicieron un estudio que demostraba que al escuchar risas reales grabadas, se lograba risas en el televidente. Entonces nosotros lo utilizamos y realmente no lo analizamos, pero la gente estaba acostumbrada a eso.

¿Se le escapó alguna trompada real sin querer queriendo?*
No, nunca, pero a la que se le escapó una vez una cachetada fue a Doña Florinda, por mala sincronización. Había tres movimientos para una buena cachetada: ella daba la cachetada, Don Ramón giraba la cabeza y Enrique Segoviano cambiaba de tiro de cámara, mientras en los efectos de sonido daban una palmada, simulando el sonido de la cachetada. Los tres movimientos tenían que hacerse al mismo tiempo.

Hay muchas versiones sobre su pelea con Roberto Gómez Bolaños, que usted ya ha aclarado. ¿Se arrepiente de esa pelea?
Lo que creo es que no dije muchas verdades entonces. En esa época no lo permitían. Lo que pasó es que cuando empezó a aparecer Quico más formado, comenzaron las envidias, egoísmos y los celos profesionales. Íbamos a giras y casi el 70% de las preguntas iban dirigidas a Quico, y eso a los demás compañeros les daba envidia, concretamente a la Chilindrina y a Ñoño. Eso fue pudriendo un poco la fruta.

No se arrepiente entonces de sus decisiones…
No tomé decisiones, a mí me sacaron, y Don Ramón se salió por compañerismo, por solidaridad y porque fue un grande. Al salir Don Ramón, el programa se cae, porque él era una pieza clave en el ajedrez.

¿Qué sentía cuando veía que grababan sin usted?
Sentía dolor, porque Emilio Azcárraga, que en paz descanse, me mandó llamar para hacer un programa y me dijo: “Quiero que hagas un programa sin cachetes, supervisado por Chespirito”. Claro, después de haberme dicho primero: “Te vas y te parto la madre”. Le dije: “¿Me permite?”. Y me dijo: “¿Sí o no?”. “Pero, permítame explicarle”, insistí. “¿Sí o no?”, volvió a decir él. “Pues no, porque hay diferencias entre Chespirito y yo”, contesté. Y me dice: “Me valen una mierda tus diferencias”. Y por ese orgullo que tenemos todos, me paré y le dije: “No, señor, muchas gracias”. Eso bastó para que me vetara. Mandó faxes a todos lados y Televisa es muy poderosa, es un monstruo.

Y por eso tuvo que irse a trabajar a Venezuela y luego a Argentina…
Sí, estuve siete años en Venezuela y once años en Argentina, porque no podía regresar a México, no tenía trabajo. Hace un tiempo me llamó Adal Ramones, del programa “Otro rollo”, de México, y me dijo: “Oye, acá han venido los Backstreet Boys, Arnold Schwarzenegger, pero me falta Quico”. Y le digo: “Pero es que yo estuve vetado veinte años”. Me dice: “Sí, yo sé que estuviste vetado veinte años, pero ya no lo estás”. Y yo le dije: “Qué curioso, ahora que me acabas de hablar tú, yo acabo de vetar a Televisa por otros veinte años”.

¿Es cierto que Pelé le propuso a Chespirito hacer una película sobre El Chavo?
No que yo sepa. Hay muchas cosas que salen que no son ciertas. A mí, por ejemplo, me han matado tres veces: un periódico publicó que me había muerto porque se me había roto una vena al decir “cállate, cállate, que me desesperas”. En la otra, que había muerto en el terremoto del 85, en México; y la otra en Brasil, la empresa Globo, a través de noticias en televisión y prensa, mandó decir que todos habíamos muerto en un accidente aéreo, para bajarnos el ráting. Una actitud cobarde.

Uno de los personajes secundarios que más llamaban la atención era la Patty que interpretaba la actriz Ana Lilian de la Macorra. Para esa época, ¿no le parece que era particularmente pequeña la falda que utilizaba?
(Risas) Sí, correcto. Lo que pasa es que en ese tiempo se había ido la Chilindrina, y Roberto estaba haciendo pruebas para ver quién quedaba, no haciendo de la Chilindrina, sino de otra niña, cualquier otra. Entonces, por el hecho de ganar adeptos, esta niña se ponía la falda más corta de lo debido.

¿Y sabe algo de ella?, porque muchos nos quedamos enamorados de esa Patty…
Y los personajes también (risas). No, ni idea. No tengo contacto con ella y no sé dónde estará.

Sé que es fanático del fútbol. ¿En qué puesto jugaba?
Sí, el fútbol es mi pasión. Yo jugaba de centro delantero. Pero no le voy al Necaxa, sino al Chivas de Guadalajara

No hay comentarios:

Otras Entradas