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24 marzo, 2011

Descubren una extraña especie de animal con dientes de sable

Uno lo ve y no lo cree, parece un animal imposible, como hecho de partes de diferentes criaturas. Es como descubrir un unicornio». Juan Carlos Cisneros, paleontólogo de la Universidad Federal de Pinauí en Ininga, Brasil, reconoce que se quedó de piedra cuando, con la ayuda de sus colegas, descubrió en una hacienda del estado brasileño de Río Grande del Sur parte del cráneo y otros restos de un animal que la ciencia no había descrito jamás. Se trata, según los investigadores, deuna nueva especie de herbívoro terápsido, pariente de los mamíferos modernos, que vivió en el Pérmico hace de 260 a 265 millones de años, antes incluso de que aparecieran los dinosaurios. Su aspecto es de lo más insólito. Tiene el tamaño de un perro grande, algo robusto, pero lo que más llama la atención son sus dientes. Además de tener una especie de muelas en el paladar, lo que ya es una rareza, ostentaba un par de caninos de 12 centímetros que salían permanentemente de su boca, como ocurre con los tigres dientes de sable. La investigación aparece publicada en la revista Science.

El equipo de Cisneros bautizó a la extraña criatura como Tiarajudens eccentricus. «'Tiarajud' corresponde al nombre del lugar donde fue encontrado, 'dens' significa dientes y 'eccentricus', extraño», explica a ABC el paleontólogo, experto en vertebrados. El equipo encontró el lado izquierdo del cráneo y diferentes huesos, todos también del lado izquierdo del cuerpo. Los investigadores no saben cómo murió el animal, pero como los huesos aparecieron articulados, muy cerca unos de otros, creen que algún evento lo sepultó rápidamente y pudo llegar así hasta nuestros días.

Lo que más llama la atención del Tiarajudens son sus curiosos dientes. «Tenía muelas en el cielo de la boca, algo que no se ha visto en ningún otro animal», señala Cisneros. Los dientes anchos, con coronas amplias, hechas para masticar plantas fibrosas, indican que se trata de un herbívoro. Por si esto fuera poco, la criatura lucía unos caninos enormes, del tamaño de un crayón o un lápiz de cera, que nacían en el cráneo y quedaban siempre en el exterior, aunque el animal tuviera la boca cerrada. «Resultan muy extraños en un ser que se alimenta de vegetales. Posiblemente pudieron servir para defenderse de sus depredadores, como ocurre con el jabalí o el hipopótamo, para luchar entre los machos en competencia por una hembra o para defender el territorio», indica su descubridor.

El Tiarajudens convivía con otros herbívoros que no masticaban, los pareiasaurios, algunos depredadores dinocéfalos y con anfibios gigantes del tamaño de un cocodrilo. Completaban un curioso zoológico. Su hábitat era desértico, con dunas y pequeños lagos, muy diferente al Brasil actual y más parecido, por ejemplo, a Namibia.

Juan Carlos Cisneros está seguro de que se trata de una nueva especie, y no de algún animal ya conocido con una anomalía. «Son demasiadas características nuevas», insiste. El único ser con el que ha encontrado alguna semejanza es con una criatura llamada «cabeza rara», descubierta hace diez años en Sudáfrica.


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