Esta no es una entrada de biología, pero sí de genética. No habla sobre el cromosoma humano, pero elabora sobre las entrañas del mundo tecnológico.
La carrera por la conquista cibernética que se ha dado en la última década ha traido consigo un sinnúmero de nuevos dispositivos y servicios que pelean día a día y codo a codo para hacerse de la mayor cuota posible del mercado.
Un brillante teléfono inteligente. Una tableta ultra delgada. Un lector de libros electrónicos. Un auto que se conecta a internet.
¿Qué tienen todos estos aparatos en común? ¿Qué yace debajo de sus finos acabados? ¿Qué es lo que realmente importa? No es la economía, tonto, es el software.
La explosión de los teléfonos celulares y la emoción por las tabletas y otros dispositivos ocupan cada día más titulares. Los entusiastas de la tecnología solemos fijarnos en la cantidad de memoria de un aparato, en la resolución de su cámara, en la nitidez de su tinta electrónica, etcétera.
Pero al resto de los mortales, a la mayoría de los consumidores, las especificaciones técnicas les valen dos pepinos. Lo que más les interesa es que el nuevo gadget funcione,sirva, se adapte a sus necesidades y les de una experiencia placentera.
A fin de cuentas -como discutíamos hace unos meses estos aparatos se han convertido en un reflejo de nuestra personalidad, una declaración de quiénes somos y de qué gustamos.
Microsoft sabe una o dos cosas sobre esto. Por ello su apuesta por un Windows 8 que pueda usarse indistintamente en computadoras personales o tablets ha sido tan bien recibida. Si logran que el programa sea transparente, amigable, móvil y poderoso se habrán anotado un punto en el camino a su reinvención.
Y conste que la empresa fundada por Bill Gates lo requiere. El motor de su negocio es el software y hasta ahora han explotado los beneficios de la mina de oro que representan Windows y Office.
Pero cada vez más gente está mirando hacia internet -hacia la famosa nube- y los programas rápidos, eficientes, muchos de ellos abiertos, que no cuestan un centavo. El Financial Times escribió hace unos meses que Microsoft ha sido una de las empresas del mundo tecnológico que más rezagada se ha quedado en la era de internet.
Windows 8 puede ser su salvavidas en el mágico mundo de internet devorado por competidores como Google y Apple.
La empresa de Larry Page por su parte es también una empresa de software y entrañas, una cazadora de datos, una comedora de hábitos.
El buscador supo oler el cambio en la dirección del viento y saltó al mercado del hardware con su primer teléfono Android a finales de 2008. Después llegaron más dispositivos de mano, tabletas e incluso computadoras portátiles.
¿Es qué Google reniega de su pasado y ha decidido convertirse en un fabricante más? Nada de eso. La empresa simplemente quiere asegurarse de que cuando alguien entre a internet desde un aparato móvil, use su software, que cuando navegue en internet use su programa, que cuando escriba un correo electrónico, use su servicio.
Entonces la compañía puede vender mejores -y más caros- espacios a los anunciantes, porque su teoría indica que Google nos conoce más.
Apple es quizá uno de los mejores ejemplos de las compañías para las que la estética es un arma para atraer clientes hacia sus intestinos... informáticos.
Pocas empresas saben diseñar productos tan atractivos que los consumidores no sabían que requerían. Pero como los griegos que se petrificaban al ver a Medusa, los amantes de gadgets sufren un efecto similar de encantamiento al ver uno de sus productos.
Lo demás es historia. Un producto de Apple es la puerta de entrada a una App Store y a una gran variedad de servicios -¿les suena familiar iTunes, Airport, etc?- que nutre al resto del cuerpo tecnológico de la empresa de los nutrientes económicos que la ayudan a crecer sana y fuerte.
Así que la próxima vez que escuchen que salió un nuevo gadget no se fijen en su memoria o en lo bonito que luce. Pongan atención a las características de su sistema y a sus aplicaciones.
No miren si el aparato es un buen mozo o una bella dama. Fíjense en sus intestinos informáticos porque ahí está la verdadera apuesta de la empresa.
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