Desde la adolescencia Kjerstin Gruys estaba obsesionada con su imagen hasta el punto de sufrir bulimia y anorexia.
Para tratar de superar definitivamente estos trastornos de la alimentación y las dificultades con su imagen corporal pasó un año entero, incluyendo el día de su boda, evitando su reflejo en los espejos para aumentar su autoestima.
Durante meses, Kjerstin, de 29 años, de San Francisco, se cepilló los dientes con el espejo de baño tapado y aprendió a ponerse sus lentes de contacto y a aplicar el maquillaje exclusivamente por el tacto.
Con la esperanza de que podía inspirar a otros a dejar de centrarse en su apariencia, documentó su vida sin espejos, el maquillaje, los contratiempos, y las lecciones aprendidas en un blog “Mirror, Mirror Off the Wall”.
Kjerstin Gruys, que ahora estudia un doctorado en sociología, admite que ha luchado durante mucho tiempo con inseguridades acerca de su apariencia, y sufría de anorexia en el pasado.
Después de años de terapia y de creer superado su trastorno alimentario, no fue hasta que empezó a ir de compras para elegir su vestido de novia que sus inseguridades tomaron protagonismo una vez más.
“Me vi a mí mismo en el espejo y estaba siendo demasiado crítica. Pensé que no podría perder un poco de peso antes de la boda,” y eso es siempre una mala cosa en la que centrarte cuando tienes un historial de trastornos alimenticios… “No tenía miedo de volver a caer en mi desorden alimenticio cuenta pero me sentí como un hipócrita conmigo misma”.
Fue durante la planificación de la boda con su novio Michael Ackermann cuando se prohibió los espejos. Pensó que si solo era capaz de regirse por ese patrón de perfeccionismo quizás debería forzar un poco el entorno para ayudarla a cambiar.
Quiso centrar su vida en ella y no en su cuerpo, ni su imagen. Se dio un mes de aprendizaje para poder manejar el auto sin verse en los espejos retrovisores, maquillarse adecuadamente o ponerse las lentillas.
Cuenta divertida cómo el primer mes del proyecto cuando salía de casa, a veces la advertían de que su rímel se había corrido hasta la nariz.
Se entrenó a sí misma para evitar el contacto visual con su propia imagen en las ventanas u otras superficies reflectantes, y llevaba amigas de confianza en sus días de compras en lugar de depender de usar los espejos de las habitaciones.
Aunque no se miró en el espejo ni vio las fotos del día de su boda dice que era uno de los más fáciles porque había mucha gente para ayudarla y porque era tan feliz por casarse con el amor de su vida que apenas sí se acordó de los espejos en todo el día.
Ya ha pasado ese año, pero ella considera que la experiencia ha sido un éxito, porque ahora sabe qué es lo realmente importante en su vida.
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