Se llamaba Eugen Sandow y representó en su momento la imagen de lo que se creyó era la perfección masculina.
Fue el precursor de la cultura por el físico y popularizó los gimnasios. Sus bíceps medían 49,5 centímetros, pero lo que quizás más llamaba la atención era sus abdominales con ocho cuadros y su pecho, que de 122 centímetros lo podía flexionar hasta 157.
Sandow estudiaba el ideal griego representado en las estatuas, pero el fisicoculturista era un hombre muy moderno, avanzado en el tiempo. De hecho supo vender su imagen, idealizando los abdominales marcados que se han convertido en el Santo Grial para los hombres conscientes de su apariencia.
David Waller, autor de El hombre perfecto, dice que “Sandow se hizo famoso primero en el Reino Unido y después en Estados Unidos en una época en la que medios estaban creciendo rápidamente, eso permitió que su imagen viajará alrededor del mundo”.
Sandow había nacido en Prusia en 1867, pero su gran oportunidad llegó en el Reino Unido, en una compleja competición para encontrar el hombre más fuerte del mundo, “el equivalente Victoriano del Factor X. De inmediato consiguió un contrato en la escena musical de Londres y se convirtió en una celebridad instantánea”.
Sandow demostró su fuerza doblando barras de hierro, rompiendo cadenas y cargando caballos y soldados en su espalda, disfrutando de los elogios que recibía de las mujeres, y también de los hombres de la época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario