“Sé que no debo comer golosinas, pero no puedo evitarlo. No tengo fuerza de voluntad al pasar frente al kiosco”, suele ser una frase bastante escuchada entre algunas personas que no resisten las tentaciones de los dulces.
¿Está esta gente condenada a ser esclava de su apetito? Por supuesto que no, pues existen formas de controlarlo y esas formas se aprenden.
El apetito es un impulso del instinto que lleva a los animales a satisfacer sus necesidades. En el caso de los animales, tienen solamente una opción cuando se presenta la demanda del apetito: satisfacerlo. En el caso de los seres humanos, por el contrario, pueden decidir si responden, cómo y cuándo a la llamada del apetito.
La fuerza de voluntad es esa capacidad del ser humano para controlar la respuesta a la llamada del apetito. El apetito es un motor de la conducta y mueve a preparar o a buscar comida. Pero, al igual que cualquier motor, el apetito debe ser puesto bajo control.
Existe la teoría de que el apetito debe ser siempre complacido, pues hay quienes opinan que “el cuerpo es sabio, dale lo que pide”. Sin embargo, complacer el apetito no educado ni controlado es una de las principales causas de enfermedad e infelicidad entre los seres humanos.
Por eso, proponemos algunas ideas para frenar un apetito voraz: comer más despacio, masticando bien los alimentos; beber agua con jugo de limón entre las comidas; tomar un extracto de fucus (algas) o de fibra soluble con un vaso de agua, diez minutos antes de cada comida.
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